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ETHOS CRIMINOLÓGICO: DE SU NECESIDAD Y SU IMPACTO POLÍTICO SOCIAL

POR: Betsie Villalpando Rodríguez.

La Criminología actual proyecta inagotables intentos de quienes la ejercen y quienes basados en estudios pugnan por dar una directriz al conocimiento recaudado con la finalidad (no única) de posicionarse dentro del campo de acción social. Los cambios socio-estructurales, en cualquiera de sus dimensiones, ejercen relación directa con el actuar criminológico; por un lado exigen transformación constante ante problemas actuales, capaces de prever condiciones y resultados; por el otro, el establecimiento de un campo de acción delimitado pareciera ser la demanda científico-social de mayor urgencia.

Lo anterior resultaría redundante y quizá un paso hacia atrás en el campo para aquellos que “conocemos”; no obstante, para los espectadores o solicitantes resulta necesario. De esto despliego lo siguiente:

Actualmente, nuestro país es objeto de transformaciones que incluyen discursos que justifican la inclusión o exclusión de alguna institución, programa social, normas o leyes, o cualquier otra decisión de relevante impacto. Ante esto, los criminólogos, basados en nuestro buen saber y entender, luchamos por ser agentes de cambio; conscientes de nuestras capacidades como profesionales y profesionistas, buscamos coincidir en la política pública en bien de la sociedad a través de nuestro ya identificado objeto de estudio. Sin embargo, esta tarea ha resultado más compleja (y tardada) de lo deseado; hemos visto cerrar frente a nosotros puertas de acceso al ámbito educativo, a la salud mental, al ejercicio político, incluso al ámbito empresarial[1].


Hoy me permito realizar una crítica frente al espejo.

Existen distintas acepciones para el término “Criminología”; basta con entrar a un buscador de internet para darnos cuenta de ello, entre los múltiples calificativos, aquel que le otorga la calidad de ciencia resulta ser el de mayor relevancia. El gremio criminológico ha pugnado durante años una lucha por definir, delimitar y expandir su carácter de Ciencia.

En última instancia, para la teoría social de Merton [2], “el fin institucional de la ciencia es la extensión del conocimiento certificado”. “La obra de Merton se distingue por abordar la ciencia como una institución social estructurada sobre normas que caracterizan el comportamiento de los científicos en el ejercicio de su profesión. Merton desarrolla el planteamiento del objeto ciencia, en cuanto institución autónoma, como una estructura social que tiene un conjunto de roles funcionalmente regulados por un ethos, que guía y normaliza la construcción y la sociabilidad de la ciencia” (Orozco & Chavarro, 2010).

El ethos mertoniano, se define como un conjunto complejo de valores, creencias, presuposiciones, reglas, prescripciones y costumbres, sostenidos por sentimientos y afectos que distinguen y mantienen unidos a los científicos (Orozco & Chavarro, 2010). A decir de Merton, es un consenso moral que deviene de sus costumbres propias por la búsqueda del saber, y propicia la institucionalización al legitimar con sus propias reglas de juego su actividad, sus límites y su sistema de recompensas y sanciones. Por tanto, es una cultura que distingue la actividad científica, otorgándole unos deberes sociales, independientemente de la civilización.

“El ethos se constituye así en una generalidad de códigos sociales que operan en sentimientos y emociones que guían la acción”.

¿Existe un ethos en el sentir criminológico?


Es de gran relevancia dar mérito a quien a base de empeño, esfuerzo y dedicación ve realizada su vida profesional, enhorabuena a aquellos que han logrado un estatus dentro de la sociedad: que leen, que investigan, que viajan y conocen. Sin embargo, la lucha debe expandirse a otra. Pareciera que nuestra misión es simplemente coadyuvar por el bien social desde nuestra personal trinchera y creer que el resultado de ello impulsará nuestra ciencia; y léase “nuestra” como la de aquel que con su trabajo obtuvo la recompensa. Al respecto, Merton encontró que las recompensas centrales de la institución de la ciencia se encuentran en la publicación y citación que certifica la prioridad del descubrimiento y su reconocimiento por la comunidad.

Merton expone cuatro roles básicos de los científicos:

Son funciones de la investigación sociológica el formular problemas, hacer predicciones y proveer soporte a las decisiones de política social.


Los estudios deben aportar comprensiones de cómo la institución de la ciencia se adecúa para mantener su legitimidad (Orozco & Chavarro, 2010), de la cual deviene el apoyo cultural y político en el proceso de desarrollo social. Para los Criminólogos, interesados en este proceso, se vuelve entonces necesaria la formulación de un ethos (micro) capaz de permitir a los miembros de la comunidad criminológica crear condiciones, parámetros y métodos de trabajo propios capaces de establecer su indefectible autonomía.

El comunismo institucional[3] permite permear las bondades de la Criminología entre las “nacientes necesidades sociales” creando una dinámica científico-social capaz de reforzar la importancia del actuar del profesional, sin embargo ese bien público debe estar fortalecido con antelación de tal manera que su validez interna (gremio) y sus resultados sean conocidos por la comunidad; evitando caer en contradicciones, negaciones o aseveraciones que incidan directamente en el rigor científico, en su carácter social o en su valor político.

La utilidad de la ciencia y el bienestar de la sociedad se conectan a través de la política, de tal manera que el científico social deberá, inevitablemente, interactuar en dicha actividad. Esta dinámica es un juego de lealtades entre el ethos (en este caso criminológico) y el Estado.

“Merton considera que el rol de los investigadores sociales es sensibilizar a los responsables de las políticas para que tomen decisiones inteligentes, esto es, que diseñen cursos de acción basados en el conocimiento y no en la intuición y los intereses particulares. También deben ayudar a detectar problemas que no han sido identificados por quienes formulan las políticas, y ponerlos en evidencia ante la sociedad” (Orozco & Chavarro, 2010).

Si bien, existe una brecha entre la política y la investigación que impiden la toma de decisiones con fundamentos científicos, el problema resulta aún mayor, pues la inexistencia del propio reconocimiento interno resulta ser el impedimento para el avance de la Criminología como ciencia. El ver negada la inclusión a campos de actuar en los cuales creemos tener incidencia no es competencia exclusiva de quienes “ignoran” la verdadera utilidad, el mayor de los problemas es la falta de concordancia entre los propios investigadores; el universalismo, el comunismo, el desinterés y el escepticismo organizado[4], cuando no se encuentran institucionalizados generan el retroceso o estancamiento del trabajo realizado en campo (conocimiento certificado).

Así, el día de hoy, el exhorto es dejar de lado las individualidades o pequeñas colectivas y pugnar por el fortalecimiento de nuestra Ciencia, en aras del conocimiento y del bien social, mediante una identidad generalizada, que nos una en carácter, convicción, misión y visión capaz de generar impacto y lograr el real reconocimiento de la Criminología en la sociedad.



Referencias

[1] La referencia es dada de manera general: actualmente existe la incursión de algunos profesionistas de la Criminología en estas áreas.

[2]Robert King Merton: Sociólogo norteamericano. Entre los trabajos desarrollados se distinguen los relativos a la anomia, la estructura burocrática y las relaciones de la ciencia con el orden social que dieron lugar al desarrollo de campos específicos del análisis social.

[3] Comunismo institucional: Al respecto, “el descubrimiento científico y la generación de conocimientos como un bien público, que es codificado en revistas y puesto a disposición de la sociedad (Sthepan 2004).

[4] Teoría sociológica de Merton: Ethos. (CUMDEOS)

* Orozco, L., & Chavarro, D. (2010). Robert. K. Merton (1910-2003). La ciencia como institución. Revista de estudios sociales., 143-162.

* Merton, R. (1997) La sociología de la ciencia, 2. Investigaciones teóricas y empíricas. Madrid, España: Alianza Editorial.

* Bell, D. (2001) El“Ethos” de la Ciencia. Revista de investigaciones Universidad del Quindío.1 (7), 87-99

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